
ÓLEO NEGRO │Y PINCELES VIEJOS.
A usted que siempre me ha visto,
y nunca ha dicho,
porque dice pues,
que su boca no habla,
y que es el eco quien pronuncia mi nombre,
que se escucha clamar,
en la paredes, de su cráneo.
y nunca ha dicho,
porque dice pues,
que su boca no habla,
y que es el eco quien pronuncia mi nombre,
que se escucha clamar,
en la paredes, de su cráneo.
A usted que siempre me ha oído,
y nunca me ha visto,
porque mira mi cuerpo flaco,
dócil y pálido,
hambriento y desteñido,
en el espejo de sus ojos,
y no de los míos.
y nunca me ha visto,
porque mira mi cuerpo flaco,
dócil y pálido,
hambriento y desteñido,
en el espejo de sus ojos,
y no de los míos.
A usted que me escucha,
con otra voz,
que no es la mía,
ni la suya tampoco,
sino la que usted,
omnipotente y omnipresente,
me ha reservado.
con otra voz,
que no es la mía,
ni la suya tampoco,
sino la que usted,
omnipotente y omnipresente,
me ha reservado.
Es a usted, cariño mío,
que enceguecida me ve,
y sorda me escucha.
que enceguecida me ve,
y sorda me escucha.
A usted que no tiene miedos,
y siempre llora,
con abulia dice,
que los miedos son siempre de afuera,
y no de adentro,
porque no tienen ni puta idea,
de lo que es.
A usted que me busca,
donde sabe que no voy a estar,
y luego me reclama,
sin ninguna prueba,
que yo me escondo,
porque olvida que estoy en un celda,
que usted construyó.
A usted que le sudan las manos,
cuando no soy yo quien ofrece las propias,
para ser castigadas,
por el fuego de la lejanía,
de dos lugares distintos,
no por apariencia,
sino por sus costumbres.
y siempre llora,
con abulia dice,
que los miedos son siempre de afuera,
y no de adentro,
porque no tienen ni puta idea,
de lo que es.
A usted que me busca,
donde sabe que no voy a estar,
y luego me reclama,
sin ninguna prueba,
que yo me escondo,
porque olvida que estoy en un celda,
que usted construyó.
A usted que le sudan las manos,
cuando no soy yo quien ofrece las propias,
para ser castigadas,
por el fuego de la lejanía,
de dos lugares distintos,
no por apariencia,
sino por sus costumbres.
Es a usted, cariño mío,
a quien dichoso veo,
para calmar el hambre, la sed, la libido.
a quien dichoso veo,
para calmar el hambre, la sed, la libido.
A usted que hace la luz,
con su cuerpo de materia,
y partículas muertas,
porque en la pequeñez de los principios,
nada vale,
ni siquiera usted,
o infierno o cielo alguno.
con su cuerpo de materia,
y partículas muertas,
porque en la pequeñez de los principios,
nada vale,
ni siquiera usted,
o infierno o cielo alguno.
A usted que le gusta Marzo,
Abril y primavera,
los domingos en la cama,
la lluvia sobre la piel,
y esas estupideces,
del cielo a las seis,
y la noche a las tres.
A usted que desconfía de los solitarios,
como yo,
que sudan veneno,
y respiran muerte,
porque de mi boca no salen más que poemas pintados,
con óleo negro,
y pinceles viejos.
Abril y primavera,
los domingos en la cama,
la lluvia sobre la piel,
y esas estupideces,
del cielo a las seis,
y la noche a las tres.
A usted que desconfía de los solitarios,
como yo,
que sudan veneno,
y respiran muerte,
porque de mi boca no salen más que poemas pintados,
con óleo negro,
y pinceles viejos.
Es a usted, cariño mío,
A quien doy mi tiempo, mi lugar,
mi existencia, mi razón,
y también mi adiós.
A quien doy mi tiempo, mi lugar,
mi existencia, mi razón,
y también mi adiós.